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De los toros al fútbol

Es un claro y contundente artículo tomado del Diario El Espectador, su autor, es el columnista Mario Fernando Prado, quien desvela como el agua, lo que significa la moda de atacar las corridas de toros, desconociendo la violencia del ser humano contra el propio hombre que otros quieren pasar por encima.

Tomado del Diario El Espectador
Autor: Mario Fernando Prado

Botar miles de millones en una consulta para que los bogotanos digan sí o no a las corridas de toros es un total despropósito. Los defensores de los derechos “humanos” de los animales deberían reflexionar en torno a esa postura extrema que lo único que está haciendo es polarizar más a este país.

La fiesta brava es una afición en vía de extinción que al desaparecer conllevará también el final de los toros de lidia, porque ya nadie los va a criar planteándose una paradoja: Quienes defienden la vida van a terminar matando una especie animal.

Contrastando con lo anterior y frente a lo que acaba de suceder en Cali antenoche, vuelvo sobre un tema que he abordado en ocasiones anteriores: Nos rasgamos las vestiduras por la violencia en las corridas, por la sangre que se derrama y por el espectáculo mortal que allí se vive, pero pasamos por alto la violencia que se volvió ya usual en los estadios, en los que los partidos de fútbol pasaron de ser una diversión sana y familiar a unos escenarios de violencia, muerte y vandalismo ya no solo en las graderías y en las canchas sino en sus vecindarios.

Y uno se pregunta: ¿Qué es peor? Porque al menos en las corridas uno sabe quién va a ser el muerto y quién podría morir también (toro o torero), pero antes, durante y después de los partidos, la cuota mortal puede ser usted o sus hijos, además de los espectadores, las personas que viven cerca a estos campos de batalla y los simples transeúntes que caen víctimas de esa violencia demencial.

Es triste ver los estadios y sus alrededores llenos de tanquetas, policías, Esmad y hasta francotiradores listos a lanzar gases lacrimógenos como si estuviéramos en una guerra civil. Ya ni la ley seca es suficiente para parar los desmanes y no demoran en poner toques de queda después de esos encuentros, muchos de ellos llamados “amistosos”.

Empero, casi nadie se pronuncia sobre el particular y menos los defensores de la paz animal que guardan silencio y no hacen marchas ni insultan a la afición en defensa de la vida humana, y así me digan que estoy confundiendo peras con manzanas les quiero dejar esta pulga en sus orejas.

P.D.: Lo de Buenaventura sigue sin solución y mientras tanto se crece más el problema: marchas campesinas que van para Bogotá, el Chocó está en una amenazante calma chicha y los maestros no dan brazo a torcer. ¿Será pesimismo o realidad?

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