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Emotivo y dramático cierre de temporada bogotana

El 'Juli' indultó al toro que le propinó una cornada en una de sus piernas

Por José Luis García A. 

Emotivo y dramático cierre de la temporada bogotana y colombiana: un toro indultado por el diestro español Julián López “el Juli”, el mismo que le propinó una cornada en la pierna y lo mandó a la enfermería, y uno regalado por el colombiano Luis Bolívar, quien abrió la puerta grande de la Santamaría.

No hay quinto malo, dice una frase hecha de las muchas que hay en los toros. Pues el quinto de la tarde, un toro bravo de Juan Bernardo Caicedo, de nombre Lancero, armó la fiesta en el ruedo por su casta y codicia: tumbó al picador William Torres, le dio una cornada y una espeluznante voltereta al Juli y salió vivo tan campante rumbo a la dehesa.

El Juli ha sido tradicionalmente respetado por los toros, pocas veces ha sido corneado en sus exitosos 20 años de alternativa, y cuando mejor toreaba, con mando y oficio, el ejemplar lo sorprendió en los medios, lo tiró en volandas y le metió el pitón en el muslo izquierdo, cerca del glúteo. Por fortuna fue una cornada limpia, sin mayor compromiso vascular ni nervioso, según el parte médico.

El madrileño brindó la lidia y muerte de este toro a Felipe Negret, gerente de la Corporación Taurina de Bogotá, organizadora de esta Temporada de la Libertad en la Santamaría. Ya había encendido los tendidos con una serie de lopecinas, un vistoso lance con el capote, a manera de serpentina, de su invención. Con torería, mando, temple y distancia les puso cara a las grandes cualidades del toro: bravura, fijeza, prontitud, nobleza y repetición, que a la postre le sirvieron para que se le perdonara la muerte. Dos orejas simbólicas y la puerta de la enfermería para el Juli, que después fue operado en una clínica de Bogotá.

Julián cortó una oreja del primero de la tarde, marcado con el hierro de Ernesto Gutiérrez, que fue pitado en el arrastre. Lo llevó a la pica con ajustadas chicuelinas al paso y le hizo un entonado quite por caleserinas. En la muleta lo lidió en la corta distancia, le trazó unos meritorios redondos invertidos y lo despachó con una estocada entera, contraria, perpendicular y efectiva.

El segundo del español era el primer mondoñedo que toreaba en su carrera. El tercero de la tarde –primero de esta emblemática divisa- era un castaño capuchino que rompió la secuencia de los dos negros zaínos de Gutiérrez, bien presentado, serio y con trapío. Dio pelea de bravo en varas, pero punteaba, trompicaba la pañosa y embestía por arreones y a media altura. Julián sacó a relucir todo su conocimiento y temple –puede con todos los toros- para someterlo al poder de su muleta. Dos pinchazos y estocada completa. Palmas.

La torería y pundonor de Bolívar
Bolívar pisó el ruedo con la intención de dar una pelea de bravo ante una de las figuras más importantes del toreo en el siglo XXI. Y lo hizo, de tú a tú, como mejor lo sabe hacer: con torería, disposición y generosidad. Tanta generosidad que regaló el séptimo porque no quería renunciar a la puerta grande, puerta que a la postre abrió con la segunda oreja que cortó en el de regalo.

Sus intenciones se vieron reflejadas al recibir con una larga cambiada de rodillas a su primero –segundo de la tarde y de Gutiérrez-, lo que alborotó el avispero. Estuvo entonado con el capote y remató el quite con una bella medio verónica luego de una buena vara de Cayetano Romero. El toro, de escasa fuerza, tenía nobleza y una embestida suave y natural. Tandas templadas de derechazos y lentos y largos naturales en los medios fundamentaron una faena llena de torería. Oreja tras estocada entera.

El mano a mano iba empatado. El cuarto de la tarde -segundo de Bolívar, quien lucía precoces canas y patillas parecidas a las del Libertador-, era un mondoñedo serio, castaño, ojo de perdiz, listón y bocinero que metía bien la cara pero que se fue quedando sin fuelle. Bolívar, que este año volverá a Sevilla, le plantó cara con un toreo serio, templado, largo. Estocada entera en el hoyo de las agujas tras un pinchazo, un descabello y un recado presidencial. Palmas. El mano a mano seguía empatado en la Santamaría.

El sexto –segundo de Juan Bernardo-, jabonero sucio como su comportamiento rebrincado, peligroso y con la cara arriba. Tumbó al picador y los intentos del colombiano, que porfió con pundonor para tratar de sacarle partido a este complicado ejemplar. Espada caída. Silencio para el torero y pitos para el toro. Pese a que a estas alturas el Juli estaba en la enfermería, a punto de ser trasladado a una clínica del norte de Bogotá, la balanza del mano a mano se inclinaba a favor del español, que había indultado al quinto toro, el mismo que lo cogió. Bolívar no quiere renunciar al triunfo y decide regalar un toro, el séptimo de la tarde –ya casi noche-, la ñapa para los aficionados.

El regalo de Luis casi termina en regalito. El mondoñedo repuchó la vara y fue a la muleta a regañadientes, con violencia y tirando derrotes. El torero, por encima de las condiciones del toro, intentó con voluntad y profesionalismo sacarle partido. No fue fácil: el toro no quería. “El hombre propone, Dios dispone y el toro lo descompone”, reza otro de los muchos adagios del toreo. Luis no se arredró y cerró con unas clásicas manoletinas. La oreja y la puerta grande lo esperaban. Juli había cambiado la puerta grande por la de la enfermería. Libérrimo, emotivo, variado, dramático y competido cierre de la Temporada de la Libertad en Bogotá.

Ficha del festejo (mano a mano):
Julián López “el Juli” (grosella y oro): una oreja, palmas y dos orejas simbólicas tras indultar un toro de Juan Bernardo Caicedo. Cambió la puerta grande por la de la enfermería al sufrir una cornada en la pierna izquierda.

Luis Bolívar (azabache y oro): una oreja, palmas, silencio y una oreja en el toro que regaló (séptimo). Puerta grande.

Toros de Ernesto Gutiérrez, Mondoñedo y Juan Bernardo Caicedo, desiguales de presentación y comportamiento. Destacados el segundo de Gutiérrez, la pelea en varas de los dos primeros mondoñedo y el quinto de Juan Bernardo, indultado por el Juli.

Tarde fría, amenazada por lluvia. Más de tres cuartos de plaza.

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