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Los 35 años de la alternativa de César Rincón y su grandeza

Sin lugar a dudas el torero más grande e importante de todos los tiempos hasta el momento para América taurina. César Rincón aparte de los números que corroboran lo que se dice, su importancia está en la profundidad, seriedad y maestría de su toreo, reconocido así, por sabios y profesionales de la fiesta brava.

César Rincón cumplió 35 años de alternativa, 35 años de grandeza dentro y fuera del ruedo. Pulido al fuego, pero de brillo natural alcanzado por el esfuerzo y tenacidad personal, características propias de privilegiados que escogieron el sacrificio y la perseverancia para triunfar en la vida.

César Rincón es un maestro del toreo, pero también en donde se le ponga. Estoy seguro que el torero bogotano si hubiera querido ser médico, hubiera sido el mejor médico de América y así en cualquier profesión u oficio.

El portal español Cultoro.Com, recuerda así, la efeméride de los 35 años de alternativa del maestro Rincón:

“Un día de 1982 marcado con el 8 de diciembre en tarde de nubes aperladas, César Rincón tomó la alternativa en la plaza de la Santamaría de Bogotá.  Un niño que jugaba con el perro Príncipe en su hogar del humilde barrio Santander, al sur de Bogotá, se hizo matador de toros en la capital colombiana tras atravesar una cordillera surcada de peligros, de azares, de incertidumbres. Fue con un padrino de excepción, el maestro Antonio Chenel y un testigo incontestable José Mari Manzanares con toros de la Dehesa de Don Francisco García que vino desde Andalucía para crear la primera ganadería colombiana de bravo, Mondoñedo.

Pocos recuerdan los inicios del joven torero. Su paso por la ganadería del "Moro", hijo de Nacional, la autoridad de Paco Camino que le permite los primeros lances a una vaquilla en la finca de La Caro , su presentación en Bogotá en una festejo menor, el viaje proceloso a Cali en el regazo de Gonzalo, su padre, porque no había dinero para un pasaje para el niño , los desaires de apoderados y compañeros, las incrédulas miradas al niño de baja estatura que les hacía creer en su dislate que no sería torero , su presencia en La Santamaría sin privilegios para él pero sí para Maribel Atienzar, los primeros disgustos, las satisfacciones, los desengaños, las alegrías, las orejas, los triunfos , los vitores,......eso que se olvida con la fugacidad de un segundo en esa inexorable medida del tiempo....”

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