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Jorge Almirón y Jeison Lucumí con Atlético Nacional en la Liga Águila
Jorge Almirón y Jeison Lucumí con Atlético Nacional en la Liga Águila.
Foto: AFP

En Nacional, la culpa no era de Almirón

El peor error en el cuadro antioqueño sería pensar que todo se arreglará con un cambio de técnico.

En Atlético Nacional, tras la salida de Jorge Almirón, aún no emerge el tan anhelado cambio, las soluciones no asoman y los resultados continúan siguiendo la delgada línea de la irregularidad, esa misma que engañosamente puede ratificar un técnico o hacerlo perder su puesto.

Aunque las versiones oficiales apuntan a que a Jorge Almirón no lo despidieron y él determinó renunciar, es claro que tanto aficionados como analistas le cobraron la eliminación de la Copa Libertadores ante Tucumán en octavos de final, precedida por una dolorosa derrota en la final de la Liga Águila ante el Deportes Tolima.

Pero Nacional no mejoró sin Almirón, al contrario, bajo el interinato de Hernán Darío Herrera se ve perdido, sin jerarquía y sin peso en la camiseta; la escuadra verde luce en crisis permanente, no inspira temor y los rivales, como Junior, ya se atreven a lanzar suplentes al campo cuando lo enfrentan.

Bajo la batuta del orientador argentino, Nacional vivió momentos de fútbol fluido, de juego colectivo, de presión alta y de explosión por las bandas, aunque otros pecados lo condenaran.

La razón de ello es porque en Atlético Nacional el problema no era Almirón, y quizá tampoco lo es Herrera; en la institución ‘paisa’ hay algo más de fondo, desaciertos dirigenciales, bajo nivel de la nómina, contrataciones erróneas y una evidente pérdida de confianza.

El ‘Arriero’ ha intentando encontrar fórmulas para generar una reacción; cambió la defensa, modificó el modelo de ataque y ha distribuido el medio campo con mayores elementos de los que usaba su predecesor.

No obstante, Nacional no juega bien, es lento en defensa y retrocede equivocadamente; la zona medular tiene más efectivos, pero olvidó los extremos, siendo ese ítem uno de los pilares del éxito en el último decenio.

Lo mejor que puede pasar en Nacional, pese a que el proceso con Hernán Darío Herrera aún no despega, es la ratificación del interinato hasta diciembre, con el fin de que las directivas puedan alcanzar un lapso de calma y tomar decisiones lejos del calor de la inmediatez y las vociferaciones o reclamos de los hinchas.

Nacional necesita una ardua, pero inteligente renovación de sus políticas en materia de fichajes; un brazo económico es efectivo si se usa con miras a contratar lo mejor y no a pagar más caro.

Hay rendimientos individuales en la plantilla que no se ajustan a la tradición y al prestigio que el equipo verde viene cosechando desde hace décadas. Se fue Rueda, pasó Juan Manuel Lillo sin pena ni gloria y Almirón dimitió con un fracaso a cuestas. Con dicho patrón de sucesos, ¿será difícil pensar que el problema no está ni estuvo en el banco?

Para el 2019, las directivas necesitarán depurar la nómina, reforzar el equipo adecuadamente, fortalecer las divisiones menores como abastecimiento para el primer equipo y, solo en ese instante, podrán recurrir a un técnico de pergaminos, al que le puedan garantizar un ambiente oxigenado para trabajar.

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Antena 2
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